Lo digital no es una extensión más de la propia existencia sino parte integrante de su vida misma
Por Jorge Enrique Mújica
ROMA, 18 de febrero de 2014 (Zenit.org) - Es sabido que el éxito de las redes sociales se debe a un factor decisivo: facilitaron las relaciones interpersonales. Fue a inicios de la primera década del segundo milenio que la masificación de las tecnologías de la comunicación y de la información se mundializó. En poco menos de diez años aconteció una verdadera revolución que no ha sido sólo tecnológica sino también antropológica.
El hombre de hoy piensa, vive y siente con internet. Lo digital no es una extensión más de la propia existencia sino parte integrante de su vida misma. Lo vemos reflejado en la hiperconexión que en todo lugar y en cualquier momento experimentan millones de personas. Paradójicamente, la finalidad de relación ha pasado a ser un factor secundario.
¿Cómo entra la evangelización en este complejo mundo digital? Más aún, ¿cómo se debe entender la evangelización en un contexto existencial como este de hoy en día? Hay quienes apuestan por habitar la red y desde ella posibilitar un acercamiento a quienes no conocen a Dios, no creen o han dejado de hacerlo. En el supuesto que ese objetivo apunta a uno más profundo (el encuentro personal con Dios) y de que se tiene no sólo la buena intención sino la formación y creatividad para hacerlo, eso está muy bien. Como un día miles de misioneros fueron a anunciar el mensaje de Jesús a nuevas tierras y continente, los misioneros web desembarcan en el continente digital emulando aquellas beneméritas acciones. Pero la experiencia y lecciones de aquellos evangelizadores también puede servir para el presente.