“Paz a ustedes”: el Papa Francisco saludó con las mismas
palabras de Jesús resucitado a la muchedumbre de peregrinos reunidos en la
plaza de san Pedro para rezar con él el “Regina Coeli” e este domingo dedicado
a la divina misericordia. La paz, dijo el obispo de Roma, “es fruto de la
victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Y es
propiamente así: la verdadera paz, aquella profunda, viene de hacer la
experiencia de la misericordia de Dios”. Ofrecemos a continuación la alocución
del Papa:
<<Queridos hermanos y hermanas: En este domingo renuevo a todos
la felicitación pascual con las mismas palabras de Jesús Resucitado: “¡Paz a
ustedes!” (Jn 20, 19.21.26). No es un saludo, y ni siquiera un sencillo deseo:
es un don, es más, el don precioso que Cristo ofrece a sus discípulos después
de haber pasado a través de la muerte y los infiernos. (...) Esta paz es el
fruto de la victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Y
es precisamente así: la verdadera paz, esa paz profunda, viene de vivir la
experiencia de la misericordia de Dios. Hoy es el Domingo de la Divina
Misericordia, por voluntad del Beato Juan Pablo II, que cerró sus ojos a este
mundo precisamente en la vigilia de esta celebración>>. <<El
evangelio de Juan nos refiere que Jesús apareció dos veces a los Apóstoles
encerrados en el Cenáculo: la primera, la misma tarde la Resurrección, y
aquella vez no estaba Tomás, quien dijo: si no veo y no toco, no creo. La
segunda vez, ocho días después, estaba también Tomás. Y Jesús de dirigió
precisamente a él, lo invitó a mirar las heridas, a tocarlas; y Tomás exclamó:
“¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28). Entonces Jesús dijo: “Porque me has visto
has creído. ¡Dichosos los que no han visto y han creído!” (v. 29). ¿Y quiénes
eran éstos que habían creído sin ver? Otros discípulos, otros hombres y mujeres
de Jerusalén que, aun no habiendo encontrado a Jesús resucitado, creyeron por
el testimonio de los Apóstoles y de las mujeres. Esta es una palabra muy
importante sobre la fe, podemos llamarla la bienaventuranza de la fe:
Bienaventurados los que han creído sin haber visto. Ésta es la bienaventuranza
de la fe. En todo tiempo y en todo lugar son bienaventurados aquellos que, a
través de la Palabra de Dios, proclamada en la Iglesia y testimoniada por los
cristianos, creen que Jesucristo es el amor de Dios encarnado, la Misericordia
encarnada. ¡Y esto vale para cada uno de nosotros!>>. <<A los
Apóstoles Jesús dio, junto con su paz, al Espíritu Santo, para que pudieran
difundir en el mundo el perdón de los pecados, ese perdón que sólo Dios puede
dar, y que ha costado la Sangre del Hijo (Cfr. Jn 20,21-23). La Iglesia es
enviada por Cristo resucitado a transmitir a los hombres la remisión de los
pecados, y así hacer crecer el Reino del amor, sembrar la paz en los corazones,
para que se afirme también en las relaciones, en las sociedades, en las
instituciones. Y el Espíritu de Cristo Resucitado expulsa el miedo del corazón
de los Apóstoles y los impulsa a salir del Cenáculo para llevar el Evangelio.
¡Tengamos también nosotros más coraje para testimoniar la fe en Cristo
Resucitado! ¡No debemos tener miedo de ser cristianos y de vivir como
cristianos! Nosotros debemos tener este coraje de ir y anunciar a Cristo
Resucitado. Porque Él es nuestra paz. Él ha hecho la paz con su amor, con su
perdón, con su sangre, con su misericordia>>. <<Queridos amigos,
esta tarde celebraré la Eucaristía en la Basílica de San Juan de Letrán, que es
la Catedral del Obispo de Roma. Recemos juntos a la Virgen María, para que nos
ayude, Obispo y Pueblo, a caminar en la fe y en la caridad. Confiados siempre
en la Misericordia del Señor. Él siempre nos espera. Nos ama. Nos ha perdonado
con su sangre y nos perdona cada vez que vamos a Él a pedirle perdón. Tengamos
confianza en su Misericordia>>.
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