Jesús emprende con decisión su marcha hacia Jerusalén. Sabe
el peligro que corre en la capital, pero nada lo detiene. Su vida solo tiene un
objetivo: anunciar y promover el proyecto del reino de Dios. La marcha comienza
mal: los samaritanos lo rechazan. Está acostumbrado: lo mismo le ha sucedido en
su pueblo de Nazaret.
Jesús sabe que no es fácil acompañarlo en su vida de profeta
itinerante. No puede ofrecer a sus seguidores la seguridad y el prestigio que
pueden prometer los letrados de la ley a sus discípulos. Jesús no engaña a
nadie. Quienes lo quieran seguir tendrán que aprender a vivir como él.
Mientras van de camino, se le acerca un desconocido. Se le
ve entusiasmado: ”Te seguiré adonde vayas” . Antes que nada, Jesús le hace ver
que no espere de él seguridad, ventajas ni bienestar. Él mismo “no tiene dónde
reclinar su cabeza” . No tiene casa, come lo que le ofrecen, duerme donde
puede.
No nos engañemos. El gran obstáculo que nos impide hoy a
muchos cristianos seguir de verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos
instalados. Nos da miedo tomarle en serio porque sabemos que nos exigiría vivir
de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño
bienestar. Tal vez, la crisis económica nos puede hacer más humanos y más
cristianos.
Otro pide a Jesús que le deje ir a enterrar a su padre antes
de seguirlo. Jesús le responde con un juego de palabras provocativo y
enigmático: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar
el reino de Dios” . Estas palabras desconcertantes cuestionan nuestro estilo
convencional de vivir.
Hemos de ensanchar el horizonte en el que nos movemos. La
familia no lo es todo. Hay algo más importante. Si nos decidimos a seguir a
Jesús, hemos de pensar también en la familia humana: nadie debería vivir sin
hogar, sin patria, sin papeles, sin derechos. Todos podemos hacer algo más por
un mundo más justo y fraterno.
Otro está dispuesto a seguirlo, pero antes se quiere
despedir de su familia. Jesús le sorprende con estas palabras: “El que echa
mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios” . Colaborar
en el proyecto de Jesús exige dedicación total, mirar hacia adelante sin
distraernos, caminar hacia el futuro sin encerrarnos en el pasado.
Recientemente, el Papa Francisco nos ha advertido de algo
que está pasando hoy en la Iglesia : “Tenemos miedo a que Dios nos lleve por
caminos nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados,
cerrados y egoístas, para abrirnos a los suyos."
José Antonio Pagola
30 de junio de 2013 13 Tiempo Ordinario (C)